Van Gogh vendió solamente una pintura durante toda su vida.
Después se murió.
Y se murió, como posiblemente ya sabes porque lo habrás aprendido en otro lado, prácticamente loco, humillántemente pobre, avasallado al extremo, ridiculizado hasta decir basta, abandonado a su suerte, y, como te imaginarás, no demasiado satisfecho con lo que había logrado hasta entonces.
(Lo de la oreja no es más que una anécdota más dentro del macabro repertorio de desgracias que le tocó padecer al bueno de Vincent;
Pero también hay que incluirla en la lista, sí)
Es triste esto que voy a decir ahora,
Y quizás no es lo que más te apetece leer a primera hora de la mañana, o cuando te haya tocado leer esto.
Pero, amigo mío, te digo:
Hay veces que es mejor rendirse.
¿Qué habría sido de este hombre si, en lugar de obedecer a su implacable obsesión por pintar, hubiera cedido a las peticiones de su entorno de que, sin duda alguna, le pedían que parara?
…¿Que viviera una vida normal?
…¿Que fuera, simplemente, otra persona?
Pues que seguramente habría sido eso:
Otra persona.
Que sí, que no se le reconocería ahora, 133 años después de su muerte, como uno de los mayores artistas y de los personajes más emblemáticos de la historia europea.
¿Pero a quién le sirve eso después de muerto?
¿A quién le importa?
¿A quién?
…
Algunas personas viven la vida como si necesitaran sacar algo de ella.
Como si tuvieran que recibir algo obligatoriamente a cambio del esfuerzo, ¿sabes?
Otros, en cambio, sencillamente viven.
Tratan de interpretar el papel que les ha tocado lo mejor que pueden, aprendiendo bien y de memoria el guion, y en eso se centran hasta que se marchan de aquí.
¿Que pintor enloquecido?
Pues pintor enloquecido.
Y adelante.
A veces es mejor rendirse.
Pero algunos solo queremos seguir.
O subirse al tren que pasa, que siempre pasa uno, pero por temor, por el que dirán o simplemente.......eso tan bueno no puede ser para mi....
Ñosssss, que buena reflexión David 👏👏