No llevo la cuenta, pero te diría que habré escrito y lanzado entre 1.500 y 2.000 emails diarios.
(Durante un tiempo, enviaba 2-3 al día, y llevo +3 años haciendo esto)
Y te juro que nunca, en todo este tiempo tecleando y publicando, le he dado tantas vueltas a cómo escribir una intro como esta.
Pero este correo es especial.
Merece los nervios de principiante.
Atento:
La persona que mejor escribe de todas las que conozco y sigo (muchas), que además tiene una historia vital que daría para grabar tres documentales, y que, por suerte para mí, es mi hermano
…Ha bajado durante un ratillo de su Miradero, desde donde stalkea y raja bonito del mundo, para colarse (con permiso) en esta newsletter y contarte cosas valiosas sobre lo que seguramente sea lo que más le gusta hacer:
Escribir.
Date unos minutos hoy, y lee este correo con calma.
Te va a gustar.
Sabes cuando conoces a dos gemelos/as y les preguntas, con sonrisilla de pajillero, si, alguna vez, saliendo con alguien, se han cambiado sin que lo sepa para…
Pues eso mismo hemos hecho.
Soy Samu, el hermano de David, aunque quizá ya te suene, porque mi hermano, desde que puede, hace promo de mi newsletter como un demente por todos lados (Gracias, Dave ❤️).
Lo que realmente no somos gemelos, sólo nos parecemos un huevo (nos puedes diferenciar porque él tiene una foto en blanco y negro y yo a color),
¡PERO!
Lo importante aquí es que hoy te toca venirte a la cama conmigo.
Aunque todo esto es en verdad una artimaña para hablarte de Cervantes.
Uno no escribe el Quijote de la nada, Cervantes escribió antes otras cosas, y hay una historia, cortita, de sus Novelas ejemplares que se llama El coloquio de los perros.
Llamó a las novelas «ejemplares» porque todas apuntan a moralizar de algún modo y, en esta historia, dos perros, que de pronto pueden hablar, se marcan una crítica social y una burla del humano del carajo.
Pues eso vamos a hacer hoy sobre la escritura, pero sólo la puntita, que esta no es una newsletter de ficción; lo importante es pegarte una patada en el culo, si la necesitas.
En vez de Cipión y Berganza, los nombres de los perros, hoy tenemos a Flojencio y Cabezonio.
Flojencio es un escritor nihilista, dubitativo y quejumbroso, que le gusta escribir, pero no está seguro de si es para él, de si podría hacer otra cosa, de si es el camino correcto…
Cabezonio es un escritor estoico, determinado y tozudo, fogueado en plantarse ante un papel y no huirle por muy blanco que se le ponga (y que probablemente tiene una newsletter diaria).
Pues la cosa es que estaba paseando un día por mi barrio y me llamó la atención que, en una casa, había un hombre escribiendo a máquina. Me encantan las máquinas de escribir así que me acerqué.
Justo, Cabezonio se levantó del escritorio y, cuando pasó por el salón, se quedó mirando a Flojencio, pegado al sofá, tirado como si no le quedara ni un hueso firme; la mirada mendigando al techo, o al dios de los escritores, perdido.
CABEZONIO: ¿Qué te pasa, Flojencio?
FLOJENCIO: Se me fue la inspiración…
CABEZONIO: No existe la inspiración. Eso que creías haber perdido, nunca fue tuyo, porque nunca estuvo. Así que enhorabuena, eso que has hecho, lo has hecho por ti solo.
Vuelve a hacerlo.
FLOJENCIO: Pero lo que escribo no es suficientemente bueno comparado con cosas que leo por ahí…
CABEZONIO: Ni lo será nunca.
No si paras de escribir por una gilipollez así: no quieras ser ya el mejor escritor del mundo, acepta que estás incompleto, que eres un punto transitorio que evoluciona. Ten paciencia, trabaja y ama ser ese proceso hacia algo más.
Puedes hacer eso de compararte contigo mismo del pasado, en vez de con otro, para darte cuenta de que ese movimiento existe.
FLOJENCIO: Bueno, la verdad es que todavía estoy planeando la idea, documentándome… Porque quiero que sea la hostia.
CABEZONIO: Genial, pero ¿estás escribiendo mientras o sólo comprando un montón de cordón rojo para conectar puntos imaginarios?
No tiene nada de malo saber que una idea necesita tiempo, pero cuando utilizas ese tiempo para estar alejado del proceso de escritura: alarma de cagón 🚨.
Lo estás utilizando como excusa para no hacer lo que deberías estar haciendo: escribir.
No es incompatible, escribe otra cosa mientras diseñas la idea del millón de euros o nóbeles o aplausos o cariño o satisfacción personal, intelectual, comunicativa, contributiva... Lo que sea que te haga caminar.
FLOJENCIO: Es que… Si escribo más de una cosa, me voy a quedar sin ideas.
CABEZONIO: Esto es como decir: es que, si me pongo al sol, me mojo.
Nunca vas a tener tantas ideas como cuando más estés escribiendo.
Las ideas llaman ideas, poner ideas en ejecución no es «gastar una idea que ya no voy a poder aprovechar cuando escriba mejor», es lanzar un anzuelo encebado.
Las ideas que tienes ahora son las que tienes que ejecutar ahora; cuando escribas mejor, tendrás otras ideas a las que ahora no puedes acceder, porque no escribes a ese nivel.
Usa tus ideas ya, cuanto antes.
FLOJENCIO: Pero si, aparte de pensar en la idea grande, tengo que escribir otra… No tengo tiempo.
CABEZONIO: Esta es mentira, y barata.
Si Viktor Frankl encontró un porqué en el sufrimiento humano, tú puedes encontrar un por qué escribir lo suficientemente poderoso para llegar a desbloquear un cómo.
Busca un porqué que no sea agradable.
FLOJENCIO: ¿Perdón?
CABEZONIO: Busca un porqué en el que, si no lo cumples, te duela. Haz de tu por qué escribir una necesidad ineludible.
Si escribes para ayudar, siente el dolor de todas las personas a las que estás dejando de ayudar por tu cobardía de huirle a un papel; si escribes para expresar un arte, siente cómo estás privando a tu cultura de tu visión única y jodidamente irrepetible del mundo; si escribes para ganar dinero, siente cómo estás retrasando tus objetivos, quizá para siempre, con cada abandono.
Es imperioso que encuentres ese porqué, pero encuéntralo fuera de una sesión de escritura, nunca trates de pensar en ello cuando deberías estar escribiendo; no cuando sea que toque en tu horario escribir.
FLOJENCIO: ¿Horario? ¿En un calendario y tal? Qué va, si me pongo una rutina, voy a empezar a verlo como trabajo, y no quiero pervertir el...
CABEZONIO: Lo que estás diciendo simplemente es mentira.
Profesionalizar algo que amas nunca te va a restar, porque te va a hacer ver eso amado desde perspectivas nuevas, y mucho más profundas.
Es como decir: «buf, mejor no veo tan de seguido a mi pareja, no vaya a ser que le coja manía».
Hay un problema en esa huida.
Si dejas de amar algo por ponerlo en un horario, es que mucho no lo amabas tampoco.
Así que no pierdes nada: a las malas haces una criba de falsas pasiones; a las buenas, te terminas de convencer de que eso es lo que quieres y nada más que lo que quieres.
FLOJENCIO: Mira, lo que pasa es que tú eres un alucinao de la escritura y, en verdad, yo es que escribo para mí mismo.
CABEZONIO: Lo único que se escribe para uno mismo es la lista de la compra.
Si eres verdaderamente honesto contigo, incluso esa reflexión muy personal que escribiste cuando estabas pasando por aquello otro y te hizo hacer clic con lo de más allá; incluso eso, te gustaría compartirlo con alguien.
¿Te ha pasado que estás escribiendo algo, como un diario, que sabes que es sólo para ti, pero inconscientemente te das cuenta de que estás pensando cómo recibiría ese texto X?
Ese X puede que ni siquiera exista, puede ser un hijo futuro, una futura pareja, un conocido casual... Pero la necesidad de compartir es real y no puedes ocultarla.
Las palabras se escriben para ser escuchadas, preservadas y transmitidas. Respétate lo suficiente para estar a la altura de tus palabras, y no las escondas en un cajón por miedo al fracaso.
FLOJENCIO: Cabezonio, de verdad, está muy bien lo que dices, pero es imposible que hoy escriba, he tenido un día de mierda, lo tengo que dejar para mañana.
CABEZONIO: Escribe una frase. Es más: escribe una palabra, si quieres.
Esa frase te parecerá que no es nada, pero es, en verdad, un precedente y una declaración de que, por muy mal que te vaya el día, no afectará a tu escritura, que tu estado de ánimo no es un vaso comunicante que pueda sabotear tu escritura.
El próximo día de mierda, escribe dos frases.
Pero, sobre todo, un mal día no es el momento para ponerse filosófico sobre la escritura. Nadie debería detenerse en medio de una tormenta a pensar en el sentido de la vida: no pienses tú ahora en el sentido de escribir o no.
Sal de la tormenta. Esa pregunta sí tienes que dejarla para mañana. El texto, para hoy.
FLOJENCIO: No, Cabezonio, es que no es hoy, es este momento en mi vida, que no es el adecuado.
CABEZONIO: El agricultor que espera el tiempo perfecto, no siembra nunca.
Si no quieres escribir, no escribas, esto no es obligatorio. Si quieres escribir, el momento es siempre ahora. Escribe poco, pero escribe.
Y si te da ansiedad escribir poco, porque sientes que no estás avanzando, imagínate cuánto estarás avanzando sin escribir. Retrasado.
Stephen King, cuando no lo publicaba ni el diario de su pueblo, escribía en el cuarto de la lavadora con dos o tres chiquillos a su cargo y trabajando en no me acuerdo el qué, pero un curro de los de volver con el lomo partido a casa.
FLOJENCIO: Pero… ¿Y si no le gusta a nadie?
CABEZONIO: Quizá descubras algo mejor, que te gusta a ti. Mientras tengas eso, el resto te pillará trabajando.
Y hasta aquí pude escuchar, porque pasó un gato bonito por ahí y me puse a perseguirlo para acariciarlo (no lo conseguí).
Pero si tienes más excusas (de esas que haya dicho un amigo, you know), coméntaselas por aquí a David y avisamos a Cabezonio para la parte dos, como el Quijote.
Y es que, ¿sabías que Cervantes escribió la segunda parte del Quijote porque alguien había escrito una continuación, apócrifa, sin su permiso, y le tocó mucho los cojones?
Resulta que ese otro escritor… Bueno, bueno. Ya me voy, va.
¡Besitos volados!
Una forma muy divertida de abarcar un tema creativo que no siempre es fácil. Me ha gustado mucho!
Esta colección de consejos me la guardo para releerla, mínimo, una vez por semana. 👏👏👏